ROCKY, el viaje del héroe cotidiano

Quince años antes de que las teorías del viaje del héroe se popularizaran en Hollywood, y al mismo tiempo que George Lucas lo aplicaba a Star Wars (1977), Sylvester Stallone escribía y protagonizaba Rocky (1976), una historia que también seguía ese recorrido mítico.

Aunque esta estructura se asocia principalmente a películas de aventuras, fantasía o ciencia ficción, el viaje del héroe —estudiado por el mitólogo Joseph Campbell en El héroe de las mil caras (1949) y adaptado al cine por Christopher Vogler en El viaje del escritor (1992)— se convirtió en una de las formas narrativas más influyentes del cine hollywoodense.

Sin embargo, Rocky demostró que no hacía falta tener naves espaciales ni mundos de fantasía para narrar un viaje épico. Bastaba con un ring, unos guantes y un sueño.

A diferencia de Luke Skywalker, Neo/Thomas Anderson o Frodo Bolsón, Rocky Balboa es un héroe urbano, cotidiano, sin poderes ni un destino trascendental. Su cruzada es íntima: demostrar que es más que un “don nadie” y ganarse el respeto de los demás… y el suyo propio.

Stallone, probablemente sin saberlo, estructuró su historia siguiendo muchos de los pasos que años después serían identificados por los manuales de guion: el mundo ordinario, el llamado a la aventura, la duda o el rechazo inicial, el encuentro con el mentor, las pruebas, el enfrentamiento final y la transformación del héroe…

De los 17 pasos del héroe propuestos por Campbell o los 12 adaptados por Vogler, Rocky construye su relato con una versión más reducida: apenas unos 8 hitos clave, suficientes para que el viaje emocional del personaje resuene con fuerza.

En esta historia, el mundo ordinario —el barrio, el gimnasio decadente, los combates de tercera, las relaciones afectivas— se extiende hasta casi la mitad de la película. El llamado a la aventura no es una elección, sino una oportunidad improbable. Y el vínculo con el mentor, Mickey, está lejos del estereotipo: es tenso, contradictorio, lleno de heridas del pasado. Esa relación, tan humana como incómoda, le da profundidad al relato y complejidad al proceso de transformación del protagonista. Pocas veces el cine ha mostrado una conexión tan potente entre un mentor fracasado y un héroe en busca de redención.

Con Rocky, Stallone no solo creó un personaje inolvidable. También consolidó un modelo narrativo y una forma personal de abordar esta estructura, en una época en la que no existían gurúes ni manuales de guion. Lo hizo desde la intuición, con más corazón que fórmulas, y por eso su historia sigue golpeando fuerte hasta hoy.

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